Hoy la casa reclamó mi presencia ausente, la puerta me
pidió que la abriera, la ventana que me asomara y permitiera que el viento
acariciara mi cara.
La terraza me
invitó a sentar para que observara el ir y venir de la gente en la
calle, el corredor, los muebles y la sala me pidieron que cantara y bailara que
hacía mucho tiempo mi voz no se escuchaba…
La plantas y las flores me pidieron que cuando las regara
les hablara, que mi voz tenía la dulzura de hada y la extrañaban.
La cocina pidió
que me alejara y la hornilla me reprochó
el tenerla cansada, El televisor pidió que lo apagara, tantas noticas
negativas me tenían estresada, la cama que me levantara, el closet y el
peinador que me arreglara.
Sólo el baño y la máquina de coser no me reprocharon
nada, ellos han sido testigos de mis lágrimas y saben que tengo el alma
destrozada.
Me sorprendieron sus reproches pensé que yo no les
importaba, sumida en mis tristezas, sin darme cuenta lentamente los abandonaba
y ellos no tenían la culpa de nada.
Me pidieron que reaccionara, que no los olvidara, que
dejara esa tristeza infinita que no me llevaba a nada, el mundo seguía su
marcha y mi dolor era lo que menos a él le importaba, que dejara de tanto
pensar era día de mi santo y me querían festejar.
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