Es por todos muy sabido que el
ratón Pérez es un personaje bastante tradicional entre los niños del todo el
mundo, como también es sabido que es sólo un mito creado para animar a los
niños a no sentir temor cuando pierde su primer diente ya sea que se le caiga o
se lo extraigan con un hilo, costumbre de las abuelas o con la ayuda de un
odontólogo en algunos casos.
Mi familia no es la excepción,
el ratón Pérez ha pasado por ella de generación en generación dejando debajo de
nuestras almohadas una moneda como premio por la caída del primer diente.
Bien…
Cierto día, desocuparon la
casa de al lado de donde reside mi hija, era una casona vieja y descuidada, la cual sus dueños decidieron remodelarla, estaba
sucia e infectada de ratones bodegueros,
los cuales al verse desalojados de sus lugares de descanso, empezaron a buscar
donde irse ¿y que creen?
-¡Si exacto! Se alojaron
en la casa de mi hija, los había refugiados en la estufa, en cajas, en
los escaparates, por todos lados, era terrible porque empezaron hacer daño,
dañaban cuadernos, papeles, las comidas, sacaban los algodones de las almohadas
y se sentía el particular olor de sus orines y excrementos, pese a que se hacía
aseo constante.
Teníamos que hacer algo rápido porque mi hija acababa de tener bebé,
veneno ¡No! imposible había un niño pequeño en la casa y un perro, ¿Pegante? Igual quedaban vivos y la idea era
desaparecerlos, después de pensarlo bien,
nos decidimos por un gato, perfecto la cosa se tranquilizó por unos
días, pero de la noche a la mañana el gato hizo amistad con ellos, los veía
pasar y ni se mosqueaba, esto sumado a que el dichoso minino quería descansar
en la cuna al lado del bebé.
Al fin mi yerno decidió
colocar unas trampas en lugares estratégicos, porque a medida iban tumbando
paredes en la otra casa, los ratones se iban mudando, pero como les dije
anteriormente había un niño pequeño en la casa, mi nieto llamado Junior, que
según la familia él no se daba cuenta de nada porque la pasaba en el colegio y
luego por la tarde haciendo tareas o viendo televisión.
¡Pero uno de esos tantos días
que nunca faltan! Junior descubre a su
papá colocando la trampa y le preguntó qué era eso y el responde:
-¡Una trampa para los ratones!
El niño guardó silencio ¿?
Todo pareció llegar a la normalidad, se veían pocos ratones, pues
la trampa estaba cumpliendo su misión y un día cualquiera me avisan que a
Junior se le había caído su primer diente y fui a visitarlo, emocionado me lo
enseñó, entonces le aconseje como nos lo habían aconsejado de generación en
generación:
-¡Colócalo debajo de la
almohada hijo para que el ratoncito Pérez te deje una moneda!
El niño me mira entristecido y con sus ojitos
húmedos me dice:
-¡No abuela, mi papito colocó
trampas para ratones por toda la casa y si viene cae, mejor lo guardo!
No supe si reír o llorar, lo
único cierto es que quede sin palabras y lo abracé…
¡Bendita inocencia!