viernes, 23 de noviembre de 2018

CALANDRIA

  


¡CALANDRIA!

Era la niña más linda que mis ojos hayan visto jamás…

De largos cabellos negros, ojos grises y piel trigueña aterciopelada, cada día la veía asomarse al balcón, su mirada gris se perdía en el ir y venir de los transeúntes y el bullicio de la gran ciudad.
Hija única, mimada y sobreprotegida.

Por el jardín todas las tardes solía pasear,  opacando la belleza de las rosas del lugar.  Pero del jardín no podía pasar, era como si un letrero de “NO PASAR” estuviese grabado en la reja de la salida, y si… ¡No podía pasar…!

¡Se lo tenían prohibido!

En las noches llenas de estrellas, hablaba con los luceros y a la luna sus sueños le contaba,  sueños cubiertos de fantasías, de esas fantasías que tejen las niñas cuando aún la inocencia cubre su vida, creen  en duendes y hadas madrinas y una de ellas con solo mover una varita  le hará  realidad sus sueños.

Pero sus sueños solo la luna los sabía, quizá que algún día llegara un príncipe y la rescatara de su prisión de cristal y cabalgando en un blanco corcel la llevara al país de nunca jamás, o tal vez que un enmascarado saltara por su balcón a media noche y la raptara…

Pasó el tiempo y no la volví a ver, ni en balcón soñando, ni el jardín paseando…

¿Llegó el príncipe de sus sueños y se fue con él cabalgando al país de nunca jamás?
¿O quizá el enmascarado saltó el balcón y la raptó?

Tal vez  le crecieron alas y  cual Calandria se echó a volar



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario